Las apariencias engañan pero la necesidad me hizo superarlas

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Que las apariencias inducen nuestras acciones no es cuestionable, aunque si lo cuestionas no pasa nada. La vida sigue sin más preocupaciones. Algo así me pasó con este libro El abuelo saltó por la ventana y se largo: ese título, esa portada y ese autor Jonas Jonasson, -los escritores suecos no se caracterizan especialmente por su humor-. Porque humor es lo que se pretende transmitir con ese título y, lo siento, pero esa portada surrealista me echaba para atrás cada vez que intentaba agarrar el libro.

Resultado de imagen de Jonas Jonasson

Pero todo eso son apariencias.

Pero, -en esta vida casi siempre hay un pero hasta para las cuestiones más nimias- las referencias que acumulaba sobre este libro marchaban en dirección contraria.

Pero también es verdad que me decía: Hay friquis para todo, porque pensaba había que ser muy friqui para gustase un libro, con este título, con esa portada y son ese sueco como autor.

Pero la necesidad suele ser más fuerte que las apariencias y ante la realidad de no tener más libro que éste de echarte al coleto, las apariencias se superan, se coge el libro, se abren sus páginas y se dice: Bueno muchacho hacía tiempo que me estabas esperando.

Pero ¡oh sorpresa! apenas leídas unas líneas se conforma una sonrisa que ya no se pierde, si acaso, para dar una carcajada. La historia te atrapa, te divierte y te ayuda a ver la vida de otra manera: como la mira un anciano sueco de cien años que se tomó una paella con Franco, se emborrachó con Truman, veraneó once años en Bali con dinero que le dio Mao, no le aceptaron la devolución de lo que le sobraba de la pensión sueca que cobraba, …

Pero la historia que, no siendo real, -o sí, vaya usted a saber que es lo real y lo que no lo es- lo parece. Es tan verosímil que, los propios periodistas que siguen a este anciano centenario dan por más real lo que apuntan las apariencias que la propia realidad en sí misma. Y es que los periodistas muchas veces, ofuscados por una buena historia, aparcan la realidad y se concentran en buscar la verosimilitud en lo que están contando.

Pero hay que olvidarse de esas cosas cuando uno se sumerge en esta historia que recorre todos los momentos importantes de este siglo y dejarse llevar por una sonrisa mejor en una playa, debajo de una palmera, con un combinado, pero sin sombrillita, -si no se bebe para que se pone en el vaso-.

 

Pero nunca quieras demostrar que eres capaz de beber más un sueco, eso quiso comprobarlo Stalin y le pasó lo que le pasó.


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