Cuando el “cuarto poder» se convierte en cuarto poder y se acaba derrumbando

El título, El cuarto poder , al prescindir de las comillas lo deja claro desde el principio. Va a hablar del cuarto poder sin comillas. Hay que tener en cuenta que el autor, Jefferey Archer fue político en activo, protagonista de varios escándalos mediático y condenado a prisión por un delito de perjurio. Referencio esto porque en su vida tubo cercanía, y no especialmente amistosas, con los medios de comunicación y quizá su obra rezume un poco de rencor. Pero también hay que decir que sus novelas, de muy diversos temas, han sido éxitos editoriales en todo el mundo.

Jeffrey Archer

La historia, ficcionada, aunque se pueden asignar nombres reales a sus protagonistas, cuenta la historia de dos grandes magnates de los medios, que construyen sendos imperios que acaban derrumbados.  

Al margen de que pueda considerarse la verosímil historia de dos grupos mediáticos, es referente en el modelo de como se han construidos los grandes grupos mediáticos en todo el mundo. Conglomerados capitalistas que usan al poder ejecutivo como una herramienta para conseguir sus beneficios, que compone un poder legislativo  sin voces discrepantes;  y traban al poder judicial, sin amenazas explícitas, pero son presiones reales. De esa manera se convierten en el cuarto poder que, efectivamente, controla a los otros pero en beneficio propio y no de la sociedad. Y eso es lo que nos cuenta el libro.

Los dos protagonistas conforman sus imperios mediáticos sin importarles el periodismo, algo que denostan, y preocupándoles solamente dos cosas: el dinero y el poder, o viceversa. El periodismo, la información, es para ellos una manera de hacerse ricos o de hacerse poderosos, y los periodistas, son piezas en el juego de sus intereses. El que esté escrito desde fuera de la profesión sirve para ahorrase el: “Nosotros no pero los otros sí”.

Este es el sistema mediático que se ha creado en el siglo XX: una industria alejada de la sociedad y que ha convertido la información en un mero instrumento de poder económico y político.

Pero con la llegada de Internet todos esos imperios se han derrumbado y se ha puesto de manifiesto que periodismo sin misión social no es posible. Ahora es el momento de volver a construir otro sistema mediático pobre pero honrado y muy, muy, muy alejado del poder.

 

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