El típico tópico del periodista cínico, bebedor y brillante.

En este El compromiso, el autor ruso Doulatov Seguey, a quien algunos consideran uno de los mejores autores de la Rusia contemporánea, nos biografía a un periodista ruso que reside y trabaja en Letonia en la época del fin del régimen soviético. Algunas cosas están permitidas, pero en otras se sigue la praxis de los regímenes comunistas.

La figura de periodista que nos presenta, que bien pudiera ser autográfica, es la de un cínico que ni cree en el régimen, ni en el futuro y que vive en una vaciedad que solo rellena con alcohol y sarcasmo. A los 46 años, ya en Nueva York, moriría Sergey con el hígado destrozado.

Son interesante las vivencias que transcribe del mundo del periodismo en un régimen que se desmorona, pero que tampoco sabe muy bien que es lo que puede pasar.

Cuenta que tras escribir su primer breve  recibe una seria reprimenda:

“-Ha cometido usted una burda falta ideológica

-¿?

Usted enumera los países…

Pero ¿no se puede?

Se puede y se debe. La cuestión es cómo los enumera. En qué orden: Dinamarca, Finlandia, Hungría; luego Polonia, RDA, RFA, …

-Claro por orden alfabético.

-Ese es un orden desclasado. Pero existe un orden de hierro: los países demócratas ¡delante!; después los neutrales y por último los miembros del bloque capi… «.

Reminiscencia del pasado que se acaba ya que luego lo contratarían para emplear la sorna en sus artículos. “Yo escribía artículos satíricos. Ya en abril el redactor jefe me había dicho: “Si escribes artículos satíricos, te daremos un piso”. No es tarea fácil. Deben contrastarse escrupulosamente todos los hechos. Las dianas de las sátiras se escabullen, aptitudes defensivas. La ciudad es pequeña, la gente está expuesta. Resumiendo, intentaron agredirme dos veces. La primera vez con éxito (…) La segunda un especulador me pegó con un bombín”.

Y señala que “mis artículos provocaban numerosas reacciones. A veces en forma de amenaza. Esto incluso me satisfacía: el odio significa que el periódico aún es capaz de levantar pasiones”. No, no propone un tipo anodino de periodismo.

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Cuenta una conversación con unos de sus jefes con la pretendía enseñarle lo que es el periodismo verdadero: “Usted posee erudición, sentido del humor. Tiene estilo original. Lo que le falta es cierta organización interior, algo de disciplina. Hay que ponerse las pilas, como se dice ahora, progresar hacia el Periodismo de verdad” y, para facilitarse ese acercamiento al periodismo de verdad, le propone que haga un reportaje sobre una campesina que ha convertido a su vaca en una campeona en producción de leche.. Ese el tipo de periodismo anodino que ridiculiza Sergey.

Y por eso fue despedido. Cuenta: “Con los periodistas solo se transige en una cosa, solo les es dado violar algún principio de la moral socialista. Por ejemplo, a uno se le permite beber. A otro, hacer gamberradas. Al tercero, contar chistes políticos. Al cuarto ser judío. Al quinto, no pertenecer al Partido. Al sexto, llevar una vida disoluta. Etcétera. Pero a cada uno, ya digo, una sola cosa (…)

Yo era universalmente pernicioso. Es decir, me permitía un poco de todo. (…) Y me despidieron, Me citaron a la asamblea del Comité del Partido y dijeron:

¡Basta! No olvide que el periodismo está a la vanguardia del frente ideológico. Y en el frente lo importante es la disciplina. Que es exactamente lo que le falta a usted”. Pues eso: el que se mueve no sale en la foto».

Tampoco deja incólume a la profesión: “En la plantilla de cualquier periódico, siempre hay alguien que no quiere -ni sabe ni debería- escribir. Y que lleva años sin hacerlo. Todo el mundo se acostumbra y nadie se asombra. Pero lo más notable es que siempre están agotados y febrilmente preocupados”. Este tipo de gentes siguen existiendo los medios.

Una conversación que también se repite en los tiempos presentes sería la siguiente: “Mi hermano que ha sido condenado dos veces (una por homicidio impremeditado) suele decirme.

– Búscate un trabajo útil ¿No te da vergüenza lo que haces?

¡Mira quién me sermonea!

– Yo no hice más que matar a un hombre -dice mi hermano-; e intentar incinerar su cadáver. ¡Pero tú!”. Síi, esa en una valoración que debemos seguir soportando los periodistas.

Y en defensa del periodismo me quedo con una frase que soltó en medio de una furibunda y acalorada discusión: “¡Eso es un hecho! Y un hecho es un hecho por muchas vueltas que le des … ¡Un hecho es una realidad! ¡Es decir, algo … verdadero!”.

“¿Es verdad que todos los periodistas sueñan con escribir una novela?

No, mentí.”

Biografía

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