Ho el Trolas

No es muy abundante la literatura sobre la actual situación que se vive en Corea del Norte, especialmente sobre la vida cotidiana de la sociedad. En este libro, La acusación, se recogen algunas historias que, escritas por un importante literato coreano al que se denomina Bandi, nos han llegado a Occidente de una manera clandestina, por eso se omiten nombres y lugares que pudieran dar origen a represalias.

La autenticidad de los escritos está claramente. No son historias de campos de concentración, ni de persecuciones policiacas, no, son relatos en los que se muestra las contradicciones absurdas que se viven en aquel país. La crítica que hace  del régimen coreano no se basa en ideología, no, ni siquiera se pretende criticar al régimen, solo muestra situaciones, cotidianas, que a nosotros son resultan terribles, que se viven en la sociedad coreana. Situaciones que contravienen cualquier lógica humana.

Y, como no podía ser de otra manera, una de estas historias se refiere a un periodista. Él no es el protagonista principal -el protagonista es un personaje al cual se le condena por trabajar sin denuedo y de manera desaforada para cumplir la órdenes del Partido- pero sí es un importante secundario que reflexiona sobre lo absurdo de las órdenes que recibe.

Trabaja en un periódico, obviamente del Partido, contando unas historias que le valió entre la población del mote de Ho el Trolas. Aunque Ho era un hombre con conciencia: “Se siente agobiado por no saber cómo gestionar órdenes de imposible cumplimiento, por mucho que procedan de la casa de ladrillos rojos. La fábrica, que abastecía la ciudad de pasta de soja (aunque a ritmo irregular y a trompicones, como el salto de una rana) lleva tres meses cerrada. Y sin embargo, a Yunmo le han pedido que redacte un artículo explicando que el ritmo de producción ha vuelto a la normalidad. ¡Es como si le hubiesen mandado que escribiese un artículo sobre el nacimiento de un niño cuando todavía no es más que feto dentro del vientre de la madre!”.

La realidad que en esta ocasión tiene que reportajear es que , en el condado que vive, no hay reservas de pasta de soja para un año, solo para un mes, y, sin embargo, Yunmo debe disfrazar las noticias con una gran mentira (“ha retornado el ritmo normal de producción”) y vendérsela a la gente, que casi ha olvidado el sabor de la pasta de soja y que, probamente, no volverá a probarla en mucho tiempo. “Ciertamente, no es la primera vez que se muestra tan “creativo” con la información. De ahí que muchos lectores se refieran a él no como Ho Yunmo, si no como Ho el Trolas”.

Pero al mismo tiempo que tiene una cierta conciencia, también es un hombre práctico como se pone de manifiesto en una discusión que tiene con un compañero: “El mal ya está hecho. ¿Qué sacamos con darle más vueltas? ¡Mira esto! Yunmo coge el primer folio del paquete que está encima de su mesa y le pone ante los ojos de Myeong ketin.

  • ¿…?
  • ¿No lo ves? “la fábrica de pasta de soja N ha retomado el ritmo normal de producción”
  • ¿Te han colgado el apodo de Ho el Trolas y todavía escribes mentiras como esa?”

Y a continuación le intenta explicar por qué hay escrito ese artículo: “La dirección debe probar que la culpa de todo no era del Partido sino de la incompetencia de un puñado de trabajadores. (…)

  • “¿De qué serviría ahora que montásemos un escándalo? ¿Ante quién? ¿Ante el fiscal? ¿Ante el servicio jurídico del comité de administración? ¡Para qué? Tú sabes tan bien como yo que la casa de ladrillos concentra todo el poder económico, administrativo y constitucional”.

Después de esta reflexión su amigo se pregunta: “¿Por qué me he convertido, por voluntad propia, en un criado de la casa de ladrillos?”

Y Ho el Trolas le responde:

  • «Ha sido porque a ti y a mí no san embaucado con títulos y con eslóganes grandilocuentes como ´Democracia`, ´Igualdad`, ´El pueblo es el señor de la historia` o ´Construiremos el paraíso en la tierra` cuando en realidad ocultaban lo que no es más que la opresión de la dictadura”.

Ho el Trolas por una vez decía la verdad.

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